Indefectible, puntualmente, la hora maldita.
Horribles cráteres se abren bajo sus pies.
Agarrarse de lo primero que se tenga a mano para no desbarrancarse quizás hacia el mismo Infierno.
Destellos cegadores desde el sin fondo de ese abismo de incandescente tiniebla
Los últimos alaridos de algún idioma indescifrable quedan resonando en el aire cuando los cráteres finalmente se cierran.
El resto del tiempo transcurre sin demasiados sobresaltos.
El significado de casi todo está casi claramente definido.
Todo está insípida y serenamente previsto.
Todo resulta familiar.
Todos serán semejantes a todos.
Y la sospecha , siempre la misma sospecha: por esos cráteres no se desbarranca hacia el infierno, sino tal vez se logre escapar de él.
La normalidad no soporta siquiera pensarlo.
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