Thursday, May 05, 2016

NAUFRAGIO

Sabemos que algo le ha hecho pensar que su deseo no está a la altura del mundo. Luego, que es él quien no está a la altura de su deseo.
Eso de estar a la altura implica una capitulación. Hay jerarquías. Algo las impuso. Uno las acepta. Uno, eso que está al final, o al principio; se pensaría. ¿O todo lo que lo suplanta?
Esa sospecha es su nuevo tesoro. Sabemos que ha querido desbaratar entonces lo intruso, lo impostor; que ha querido llegar hasta lo último o lo primero.
Un día estuvo deshaciéndose de todos los dedos índices que lo señalaron.
Después ha dejado a un lado las voces de los otros, que casi siempre son un recuerdo y que siempre son una orden; aunque no lo parezcan.
Ha procurado olvidar la súplica de todas las caricias; lo más adictivo. Ya no las ha atesorado. Las ha dejado  caer de sí.
Lo más difícil se ha hecho fácil: ya no ha querido agradar.
Todo fue siendo nada, por decirlo de algún modo.
Y el deseo de llegar hasta lo último o lo primero ha persistido. Ya sin sentido, diremos aún; ya sin sentido.

En su afán, insatisfecho, ha intentado avanzar. Escribiéndolo. Y ha comprendido que si va a escribir, su intento por llegar hasta lo último, o quizás lo primero; ha sido su primer naufragio. Se escribe con la sospecha, las voces, las caricias y todo lo demás. Para agradar, claro. Porque uno aún no está a la altura de su deseo. Y porque uno se miente todo el tiempo.