El Silencio también puede verse.
Sus translúcidos impostores pasan desapercibidos
bajo un vómito en cascada de imágenes estridentes.
Anestésico halago para la impotencia de los expropiados a manos de la Felicidad:
la Reina Translúcida de los translúcidos.
Soberana.
Obligatoria.
Y su amable tiniebla.
Se posterga siempre para mañana
la inminencia del estallido
que nos salvará del anhelo de salvación.
El Silencio también puede verse.
Pero nadie ha estado deseando verlo
de un tiempo a esta parte.