_ Casi siempre ha sido fácil controlarlos. Son una sarta de
traidores, del primero al último. Es casi una tradición nacional.
_ ¿Le parece?
_ Usted debería saberlo mejor que yo. Por algún motivo
usted, que es uno de ellos, está con nosotros. Hace mucho que nosotros hemos
dejado de ser traidores. Fuimos feroces traidores, es cierto. Ya no lo
necesitamos. Por eso le puedo ser sincero: soy insistente en advertir que
deberíamos ser cautelosos con usted, aun cuando nos es de gran utilidad. Pero
mi opinión no es la que prevalece. Algún día quizás todos lamenten no haberme
hecho caso.
_ No deberían temer, si es que tan fácil les resulta medir
nuestros movimientos
_ Somos un imperio porque el temor no nos abandona ni un segundo, ustedes no lo entienden porque viven displicentemente. A veces los envidio. Nuestra moneda tiene cabalmente dos caras. De un lado, la fe. Del otro, el miedo. La de ustedes exhibe una cara. Para saber de cuál de las dos se trata, debemos darle vuelta para ver cuál es la otra. Pero al revertirla, la moneda desaparece. Van por la vida tan livianos. Los odio.
_ Si tienen tanto miedo, debe ser porque nunca han podido ni
podrán comprendernos. En realidad, nunca han entendido nada. Por eso han
logrado dominarnos a todos. El miedo es una fuerza muy poderosa. Hay algo que
saben muy bien, lo saben, no son tontos: la fe es contingente. Es como un
pájaro que nadie sabe de dónde viene, se posa donde quiere y vuela a otro sitio
en el momento menos pensado. Será imposible recordarlo y todo desaparecerá.
_ Es aterrador
_ No es nada aterrador.
_ No lo entiendo
_ Se lo dije
_ Y después, ¿qué queda?
_ Lo mismo que antes. Un poco de melancolía y algunas otras
cosas...
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