Sin sus certezas, sin sus conclusiones,
"ellos" no son necesarios. Y algo más indefinido y más
vertiginosamente interesante puede vivir en su lugar…
Sentir vivir una ficción llama a buscar el último velo para rajarlo y ver qué hay detrás. No habrá más que otro velo
Nadar en la superficie asfixia, como si el cuerpo se hubiese hundido en los abismos oceánicos. Nadie puede medir exhaustivamente cuánto tiempo puede contener la respiración. Hasta que lo sabe
El abuso de recursos poéticos fulmina a la poesía.
Lo que sobreviene a una estrella fugaz es no estar
seguro de haberla visto.
Todo se detiene y se pudre si se quiere replicar la maravilla que acontece
por única vez.
No hay caso: esa estúpida costumbre occidental de querer apropiarse y sacar
conclusiones.
La disrupción intempestiva estalla la simulación mutuamente consentida y
por un instante se vislumbra…
Pero las burbujas empañadas se recomponen con asombrosa rapidez.
Burbujas civilizadas, autosatisfechas, correctas, hipócritas.
Decantación extraña, decantación hacia arriba para quedar flotando como
un camalote estancado que se pudre en la orilla.
Hay un aceitado y rentable mercado de pócimas para mitigar el asco que,
de no ser por ellas, daría tener la más mínima opinión acerca de algo. Aún más,
le permiten a cualquier farsante el orgullo de serlo y de medrar con eso.
Más allá, mucho antes y después, los pliegues indefinidos, las
hendiduras por donde filtra incesantemente el perfume.
La realidad existe porque existe el velo que la cubre.
Sin velo, la realidad no es necesaria
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