Un cuerpo se
transforma, transforma lo que toca y lo que lo toca lo transforma, cuando la
contingencia encuentra la combinación exactamente necesaria de memoria y de
olvido.
De lo
contrario, un exceso de memoria lo petrifica.
Y un exceso
de olvido lo desintegra.
El
pasatiempo de los tiempos muertos es jugar con la ley de probabilidades que
sólo sabe de pasados inútiles ya, para augurar mejores tiempos.
Algo romperá
la inercia. Nadie lo sabe ni puede imaginar cómo ni cuándo.
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