Ahí algún instante.
Un crepúsculo, su ayer, su inminencia. Indefinido cuándo y
dónde.
Unos pocos espectros atraviesan la calle y ya no apuran el
paso bajo la lluvia, como no lo apura el
tiempo, sereno, letal; circulando esa
calle que han pretendido eterna los huesos sin nombre que alguna vez, como si la
fugacidad de su carne no lo fuera, entregaron el tiempo que creyeron poseer a alucinar
edificios sublimes que impusieran poder
y belleza alumbrando para siempre una magnífica
avenida, sin poder advertir que ya se insinuaba inexorable un negro silencio .
Todo habrá sido un desatino. La belleza magnificente siempre
lo augura, pero la fascinación es más fuerte.
Ni los espectros ni el tiempo parecieran tener ya hacia dónde ir..
O quizás no quieran apurarse ante la intuición incomprobable de que todo podría estallar en un instante, o mañana, o muy pronto.
Dos que se abrazan. Abrumados. Pero no lo saben. O quizás abrazados por una íntima e inexplicable felicidad. Fugaz ; o eterna felicidad.
¿Qué al comienzo o al fin de esa avenida? ¿Qué hay allí, si
es que ese sitio o ese tiempo pudieran hallarse?
¿Qué es ese resplandor que no logran ocultar del todo las últimas
cúpulas allá donde algún día dejó de verse el horizonte?
Los edificios eternos algún día desaparecerán su eternidad y
serán el polvo que sus padres huesos ya han hallado.
¿Y lo que pueda
saberse?
¿Qué en el interior de la oscuridad de esas ventanas? ¿Quién
allí? ¿Por qué?
Quién tenga a cargo la liturgia periódica de encender las
absurdas luminarias de esa avenida tal vez se sienta igualmente absurdo o tal
vez no sienta nada ya.
Los espectros, los edificios, la avenida, las ventanas y su oscuridad, las luminarias absurdas: hay allí un lenguaje indescifrable, una música incierta, alucinada . Interpretarlos se siente imposible y se presiente crucial.
1 comment:
Increíble
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