Pudo ser la intuición de adónde no ir.
Pudo parecer no tener rumbo definido
En un caso o en el otro caminaban al filo de un precipicio, llegados a esa cornisa porque el resto del terreno ya estaba atestado de gente y cosas a las que experimentaban como viles, detestables.
Cada canción, allí al borde, salía del vértigo y podía ser la
última.
La canción siguiente lograba demostrar lo contrario.
Y así podría seguir una nueva canción o la caída al vacío.
Los demás equilibristas brindarían en memoria del desbarrancado,
para seguir al rato, cada cual, con su propio desafío a la ley de la gravedad....
y a varias leyes más, dicho sea,
Tenían una imaginación hermosa que frecuentemente les jugaba
en contra. Tentaban a la suerte para salir del encantamiento, pero ella
finalmente ganaba, haciéndoles creer a menudo que la cornisa era un crossroad,
con el riesgo permanente de optar por el sendero inadecuado. Tal vez la
opción no podía sino ser siempre equivocada, pero la que no tuviera suelo por
debajo de sus pies, terminaría definiendo el juego. Los que aún quedaran alzarían
sus copas melancólicas en honor del abismado y a otra cosa.
No está claro si es que todo duele tanto.
Si, que a veces los anestésicos no funcionan
correctamente.
Ellos estaban donde estaban porque habían huido de los
anestésicos oficiales, a los que asumían como un chantaje o una lamentable
confusión, rechazándolos mucho antes de que se les revelaran inocuos
Y, por cierto, los analgésicos clandestinos que utilizaban en
su reemplazo podían provocar la contingente pérdida del
equilibrio; el desacato momentáneo de las asfixiantes coordenadas de tiempo y
espacio; y el dolor insoportable que causa todo eso cuando van perdiendo
efecto.
Con sus canciones solo procuraban neutralizar el mareo al
filo del despeñadero, pero ellas por mera casualidad terminaban convirtiéndose
en puñaladas envenenadas que aniquilaban por un instante efímero la miseria timorata
de la vida corriente y removían por un rato de la quietud y la seguridad a tantas
vidas correctamente disecadas por ahí.
Ellos solo deseaban inútilmente encontrar el modo de calmar
una sed misteriosa e infinita antes de ser devorados por el mar furioso, o
saber algo acerca de algún vuelo imposible que pudiera salvar a cualquiera de
precipitarse sobre las filosas rocas inexorables al final de la última
encrucijada.
Después de tanto desbarranque fueron quedando pocos y
llegaría el tiempo en el que las canciones ya no serían un conjuro para el
vértigo sino la resaca de algún estudio de mercado.
Y el mismo mercado los convirtió en héroes envueltos para
regalo.
La leyenda de aquellos songwriters volatineros tal vez
se venda así, fácil de comprar y difícil de desentrañar. Otro invento for
sale. Otra estrategia de ese mercado que nos quiere tan felices, tan
indoloros, tan aturdidos, tan insignificantes.
Anestesiados hasta para escuchar canciones.
Tan decididos en nuestro camino,
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