Legiones de mendigos limosnean miradas. Se sienten reyes cuando las consiguen.
Pero el efecto, cada vez más intenso, es cada vez más efímero. Deben ir por más , cada vez más rápido.
En el reverso de esa trama enredada, prodigan su mirada desaforada, a través de sus mirillas de voyeur-francotirador. Aprietan el gatillo a cada instante y la bala describe un raro arabesco para dar finalmente de lleno en la nada de su propio orgullo.
El dolor se calma Con miradas.
Dios los bendiga.
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