“ caerse al precipicio es el precipicio, siempre estamos al borde”
es lo último que le escuché decir (pero siguió hablando) mientras caía a gran velocidad adueñándose de una vez por todas del tiempo, marcándolo ( o quizá tan solo marcando el mío).
¿ Le habrá servido de consuelo?
Hace todas las tardes desde entonces que me lo pregunto aquí sentado al borde.
Parece tan improbable caerse.
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